La «teoría del Dorito» es un concepto que se ha estado repitiendo desde hace ya meses en las redes sociales. Esta teoría establece una relación entre los Doritos y los malos hábitos de la generación Z, que van desde hacer scroll de forma obsesiva en la plataforma hasta seguir (por gusto) en una relación tóxica.
Es imposible comer solo una patata frita o, en este caso, solo un dorito. Cuando empiezas no puedes parar, genera un momento de adicción que no se sacia hasta que se acaba el paquete.
Este tipo de acciones provoca un comportamiento adictivo, porque la mejor parte de toda la experiencia es el hecho de comerlas, no el antes ni el después; es decir, el placer que nos provoca sólo permanece mientras nos estamos comiendo los Doritos, ni aparece antes ni se mantiene después.
Lo mismo ocurre al hacer scroll en Tik Tok o Instagram, consumimos videos que nos provocan una satisfacción momentánea y puntual apenas imperceptible, lo que hace que sigamos y sigamos y acabemos desarrollando un comportamiento adictivo sin darnos cuenta.
La diferencia entre el scrolling y los doritos es que la bolsa de los doritos se acaba, pero los contenidos de las redes sociales son infinitos. Bajamos y bajamos en busca de sensaciones de satisfacción más permanentes que nunca llegan.
De este modo, la «teoría del Dorito» no solo es un fenómeno viral en redes sociales, sino que sirve para explicar, de forma muy superficial, no solo la adicción a la comida basura sino también el alcoholismo e incluso la ludopatía.
En definitiva, la «teoría del Dorito» explica por qué el alma humana siente una predisposición tan fuerte a involucrarse en comportamientos dañinos.
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